De la Comunidad de Aprendizaje "Mauricio López" | Ciudad de Buenos Aires | Argentina
"Para entender esa tradición y ese nombre nos remitimos a su origen, en el que anabautista fue el apodo peyorativo que los opositores del movimiento así nombrado adjudicaron a sus integrantes. Con él denotaban el rasgo religioso-político visible más destacado del movimiento, a saber, el bautismo de adultos: los miembros de las comunidades anabautistas ingresaban a ella mediante un nuevo bautismo, transformado así en un acto voluntario que invalidaba el bautismo infantil y que afirmaba por tanto la separación entre la iglesia, como comunidad particular, y el Estado, representante de la sociedad civil. Con los anabautistas comenzó la Reforma Radical: una fuerza popular de vanguardia, compuesta principalmente por campesinos, artesanos y mujeres decidida a encarnar un estilo de vida comunitario que se asemejara al modelo de la iglesia del siglo primero.
Para los anabautistas la última palabra no era la del Papa, ni la del teólogo, ni la del pastor, sino la del evangelio de Jesús contenido en la Biblia, leída e interpretada en y por la comunidad de fe. Ellos vivenciaban y entendían a la iglesia no como una institución sino como una congregación horizontal de hermanas y hermanos en Cristo, sin jerarquías y separada del Estado. La concebían integrada voluntariamente por cristianos comprometidos a través del bautismo de creyentes, y acompañada por pastores que no eran la autoridad ni los iluminados sino servidores que facilitaban una pastoral mutua —de «unos a otros»— en la que el sacerdocio, el laicado y el ministerio de todos los creyentes debía ser una realidad visible. Esta eclesiología era tan novedosa y tenía implicancias políticas tan radicales en ese contexto social y cultural, que algunos historiadores caracterizaron a los anabautistas como «los revolucionarios del siglo 16», «los bolcheviques del siglo 16» o «el ala izquierda de la Reforma», lo que explica por qué durante los primeros 25 años del movimiento más de 2500 anabautistas experimentaran el martirio: la mitad de un total de 5000 mártires que produjo la persecución religiosa durante el siglo 16 en toda Europa.
Pero si bien afirmaban la composición voluntaria y separada de la comunidad de fe respecto de la sociedad civil, su compromiso con el mundo circundante era tal que en palabras de uno de sus representantes se afirma que «[l]a verdadera fe evangélica no puede permanecer adormecida, sino que se manifiesta en toda Justicia y en las obras del Amor [...] Viste a los desnudos, da de comer a los hambrientos, consuela a los tristes, da abrigo a los destituidos, ayuda y consuela a los afligidos, busca a los perdidos, venda a los heridos, [y] sana a los enfermos.»
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Adaptado con autorización del prólogo escrito por Guillermo Font al libro de Juan Driver, Convivencia Radical, Ediciones Kairós, Buenos Aires, 2007, pp.5-11
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